Subir la autoestima: Formas de lograrlo de manera efectiva

La autoestima es un concepto engañoso puesto que hay varias corrientes en la psicología que dicen una y otra cosa en cuanto a éste concepto. Por ejemplo, algunos cognitivos de la Terapia Racional Emotiva Conductual dicen que la autoestima es un invento y que, como tal, no existe.


Por otro lado, hay muchísima gente que dice que sí, que la autoestima sí que existe pero que lo único que ocurre es que debemos cuidarla, para sentirnos bien con nosotros mismos y con nuestro entorno y, de esa manera, estar a gusto y adaptados.

En realidad parece como si la única gente que creyera en el concepto de autoestima es justo la que cree que tiene o ha tenido alguna vez problemas de autoestima. Pero curiosamente mucha de la gente que tiene problemas de autoestima nunca acaba de resolverlos, lo cual invita a pensar que efectivamente la autoestima es una quimera de la que, si se entra, no hay salida.

Por lo tanto entonces tenemos que ver primero qué significa tener la autoestima alta o la autoestima baja. Lo primero de todo es que asociamos tener una autoestima sana a cuando nos sentimos bien con quienes somos, es decir, con nosotros mismos. De modo que hablamos de un concepto condicional a un estado de ánimo respecto a nosotros mismos, un aspecto que nos puede hacer sentir bien o mal según como nos percibamos a nosotros mismos.
Por supuesto, podemos tener una mala percepción de nosotros en el sentido de ver las cosas distorsionadas, como cuando estamos en una depresión importante en nuestra vida. Pero por otra parte, en el otro extremo, podemos tener una autoestima extrema o desmesurada y de amor hacia nosotros mismos, lo cual pueda hacer que para algunas personas que tratan con nosotros definitivamente hablar con nosotros suponga una relación intolerable.

En realidad, como he leído en algún lugar todos queremos sentirnos queridos por nuestros seres queridos. También queremos, los que somos creyentes, sentirnos queridos por Dios. Cuando nos falta es el reconocimiento o el amor por parte de los otros sentimos que no somos nada en este mundo y que da igual si no estuviéramos. Por supuesto hablo de casos extremos.

Pero hay una pregunta que es interesante, que se trata de saber cuánto vale cada persona. En realidad pienso que todos los seres humanos valemos lo mismo, porque tenemos el mismo potencial de hacer bien y también, lamentablemente, de mal.

No obstante, la realidad es que siempre podemos elegir qué actitud tomar ante la vida. Por eso cuando uno, por ejemplo, es ingeniero y otro sencillamente barre las calles, no se puede establecer una comparación negativa que ponga uno por encima del otro, salvo, a lo mejor en algunos conceptos como conocimiento técnico de determinadas materias o maestría en determinados campos profesionales.

Cómo lograrlo

Porque al final el ser humano es el mismo no importa adónde vaya. Ni quién sea. Todos tenemos la misma capacidad de hacer bien y de hacer mal, y no importa lo que seamos, aún así nos podemos equivocar y, por supuesto, también podemos tener aciertos.

Por lo tanto, para subir la autoestima necesitamos aceptarnos como en verdad somos, lo que llaman en psicología «aceptación incondicional de uno mismo» y ¿por qué no?, también de los demás. Este concepto es muy importante porque de ahí deriva todo lo demás. Por ejemplo, si vemos que hay algo de nosotros que no aceptamos difícilmente podremos aceptar eso luego en los otros.

No obstante, por otra parte tenemos que aceptar que no siempre nos va a gustar todas las partes de nuestro carácter, ni todo lo que tenemos. Es normal. Por lo tanto y para concluir, la clave para aumentar la autoestima es aceptamos incondicionalmente o la aceptación incondicional de uno mismo, y también aceptar a los demás.

Partiendo de esa base, tendremos errores como los comete todo el mundo, pero no nos lo reprocharemos en exceso, sino que sabremos que somos seres que cometen errores porque hemos nacido así, y que lo mejor es aceptarlo y mirar hacia delante tratando de hacerlo mejor la próxima vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La fuerza del silencio